lunes, 28 de septiembre de 2015

MARBELLA EN BUSCA DE UN ESTILO





III EL ESTILO INTERNACIONAL (O MOVIMIENTO MODERNO)
El referente internacional.







                                             Pabellón de Alemania en la Exposición Universal 
                                             de Barcelona.  Mies Van de Rohe. 1929.
                                            


En 1951 se creó en España el Ministerio de Información y Turismo. En 1955 y bajo las directrices de este Ministerio se planteó la redacción del Estudio para la Ordenación de la Costa del Sol, que incluía a las provincias de Cádiz, Málaga, Granada y Almería. Las delimitaciones que en aquel momento se entendían desde Madrid traspasaban los límites provinciales de lo que actualmente se conoce como Costa del Sol. Esta delimitación original del territorio no tuvo porqué influir, en principio, en el tipo y estilo de las construcciones que se van a realizar en dicho litoral. Posteriormente, el hecho de que el aeropuerto internacional más importante de esa costa recién ordenada por el poder establecido del momento, esté situado en Málaga, hace que los pueblos más cercanos a esa puerta de entrada del turismo de masas sean los grandes beneficiados o perjudicados, dependiendo de cómo se mire, de la gran transformación del paisaje y la vida de los habitantes del litoral malagueño.
El año 1959 es clave para la economía española. Los acontecimientos que confluyen en ese año constituyen una consecuencia de acuerdos políticos internacionales, que favorecieron un cambio de modelo económico que colocaría al país en una rampa en la que nunca antes había estado y desde la cual, como consecuencia directa, el despegue inesperado del turismo1. El sector turístico, en un principio, debió transmitirle al régimen una sensación de fragilidad, en parte, por el desconocimiento de la materia y también porque era difícil de prever la evolución que este fenómeno podría causar.
Como siempre, los grandes hitos sociales y culturales, tienen un reflejo simultáneo en la arquitectura y en la estética.
Cuando la Costa del Sol despega internacionalmente como destino turístico, en el resto del mundo se está llevando a cabo una corriente arquitectónica de primera magnitud y de una importancia crucial para comprender toda la estética del siglo XX: El Estilo Internacional o Movimiento Moderno.
Atrás se han quedado las ciudades turísticas como Santander, San Sebastián, Biarritz o Niza, que marcaron las pautas del turismo del final del siglo XIX y principios del XX. Atrás se quedaron esos hoteles, donde solo una minoría podía recrearse. Hoteles coronados con cúpulas afrancesadas y decorados con enormes espejos dorados y lámparas de araña. Atrás se quedó el regionalismo, con sus adornos locales y hasta folclóricos, con esos ejemplos que se citaron en el primer apartado de este trabajo, en ciudades como Sevilla, Madrid o Málaga.
El estilo árabe y dentro del mismo, el neomudéjar, no deja, al menos en las primeras décadas del boom turístico, la impronta necesaria para convertirse en el gran estilo de la Costa, aunque posteriormente en Marbella consiga una puntuación que lo deja en segundo lugar. Ante este panorama, ese territorio compuesto de playas vírgenes, campos de olivos, almendros, cañaverales y pequeños pueblos de pescadores, se presenta como un gran libro en blanco. Es necesario construir ciudad donde no existe, necesaria una infraestructura para el desarrollo de una industria, que aún no se sabe en qué va a devenir. La arquitectura, una vez más, al servicio de los grandes cambios sociales. Los arquitectos, promotores, políticos y urbanistas, tienen por delante carta libre donde experimentar, donde desarrollar una arquitectura en equilibrio entre paisaje e industria, entre estética y función. Pueden basar todo el proyecto en su conjunto, en la importante y ensoñadora arquitectura vernácula y mediterránea, en el patrimonio, sobre todo el hispanomusulmán, que se posee, pero como ya se señaló en el primer apartado de Marbella en busca de un estilo, otras tendencias empujaban.
Muchos autores han escrito, estudiado y analizado el movimiento arquitectónico conocido como Estilo Internacional y de la misma forma que para hablar sobre los estilos regionalista y árabe, hubo que rastrear en lo sucedido anteriormente, con este gran movimiento del siglo XX, hay que hacer lo mismo.
La mayoría de los estudiosos del tema, afirman que el origen del gran estilo del siglo XX es la Bauhaus, esa escuela de arquitectura de la Alemania de entreguerras, de donde salieron creadores de la talla de Walter Gropius o Mies van der Rohe, de hecho a ellos, junto a Le Corbusier, se les adjudica la paternidad de la criatura. No existe, como sucede con otros grandes estilos de la historia, una fecha contundente en la que basar el nacimiento de esta corriente. La industrialización, la mecánica, la ingeniería y la ciencia se estaban revolucionando de manera vertiginosa en las primeras décadas del siglo XX. Los nuevos materiales como el hierro, el hormigón, el acero o el cristal, fruto de las investigaciones en los campos de la ingeniería y la ciencia, son claves para entender ese nuevo movimiento arquitectónico y estético. Algunos autores citan a la exposición europea y americana que tuvo lugar en el MOMA de Nueva York en 1932, como pistoletazo de salida del Estilo Internacional. Por parte norteamericana es imprescindible nombrar a Frank Lloyd Wright. Otros hablan del Pabellón de Alemania, obra de Mies van der Rohe, en la Exposición celebrada en Barcelona en 1929 (A la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla ese mismo año no llegó ningún ejemplo de esas vanguardias), de la Villa Savoye de Le Corbusier e incluso otros afirman, que el estilo no cuaja del todo hasta la construcción del edificio Seagram en Nueva York, 1958, del ya citado Ludwig Mies van der Rohe. 




                                            Edificio Seagram, Nueva York.
                                            Mies Van der Rohe, 1958.
                                        

Es interesante señalar que las bases de ese urbanismo moderno se iniciaron en un medio turístico, porque el primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), se desarrolló en 1933 a bordo del buque de vapor S.S. Patris II, que partió desde Marsella con destino a las islas griegas y en el que participaron unos cien arquitectos de quince países, entre ellos España. Por tanto, nuestro país no queda fuera de las ideas originarias de este movimiento, pues destacados arquitectos de la escena española conocen desde el principio y de primera mano, lo que se está cocinando en el resto del mundo.
En Andalucía y antes de la gran explosión arquitectónica, infraestructura para el desarrollo de la industria turística de la Costa del Sol, se realizaron muchas construcciones que están íntimamente unidas al estilo que se está analizando en este capítulo. Muchas de ellas son obras de ingeniería, como puentes, presas y acueductos y en las que el hormigón armado cumple un papel protagonista2. La relación entre ingeniería y arquitectura moderna, tendrá su expresión definitiva en Andalucía de la mano de Eduardo Torroja, autor de obras tan significativas como el Mercado de Algeciras o las bodegas de González Byass en Jerez, obras en las que el maestro juega con los espacios, retando a la teoría de la gravedad. Entre las obras que están catalogadas dentro del inicio del Movimiento Moderno o Estilo Internacional en Andalucía, cabe también destacar el Cine Góngora de Córdoba (1927-1931) del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, el Cine Torcal de Antequera (1933-1934) obra de Antonio Sánchez Esteve, la Fundación Rodríguez Acosta de Granada (1914-1928), edificio en el que colaboran varios arquitectos, entre ellos Modesto Cendoya y el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios en Torremolinos (1935) de Francisco Alonso Martos. 




                         Cine Torcal, Antequera. Antonio Sánchez Esteve. 1934.


Una parte de la plantilla de autores que estrenan el estilo en nuestra Comunidad Autónoma, proyecta y trabaja posteriormente en la construcción de la Costa del Sol, como Gutiérrez Soto que tiene registradas 39 obras en Marbella y 6 en Estepona.
Independientemente de la ideología que profesan o la vinculación que algunos de estos autores tienen con la dictadura del General Franco, como el súper mencionado en este trabajo, Luis Gutiérrez Soto, no se puede pasar por alto su enorme labor creativa, vanguardista y a veces hasta transgresora. En ese momento, en el que al contrario de lo que sucede al final del siglo XIX y principios del XX, no se intenta reivindicar lo vernáculo, lo original del lugar, sino que se piensa en una arquitectura adscrita a una universalidad buscada en contraste con la empobrecida España de la apoca3. Arquitecturas que quieren ser una réplica de la actualidad, que tienen en cuenta al consumidor internacional al que van dirigidas. Lugar de libertad creativa respecto a las oportunidades de ese periodo en el resto de la España franquista en las que se desarrollaron. El turismo le transmite a este estilo internacional, una vitalidad que se extiende a la sociedad que habita el territorio. En esos momentos iniciales de la Costa del Sol, se consigue contactar con la modernidad y es ahí, donde el turismo supone una gran oportunidad de renacer culturalmente, al promover el intercambio de personas, de ideas y de formas de vida. La arquitectura y la estética que provoca, se convertirán en la punta de lanza de un porvenir. En el testigo mudo de las nuevas relaciones abiertas que aún hoy día sintetizan ese laboratorio humano y único que es la Costa del Sol.
El estilo funcional, racional, moderno o directamente internacional, surge desde un principio unido a teorías biológicas, según las cuales la forma sigue a la función, aunque después degenera en una deshumanización total, creando verdaderas aberraciones y la Costa presenta por desgracia cientos de ejemplos4.
Imprescindible, volver de nuevo en este trabajo, a reseñar la estética de esa puerta de entrada, que es la terminal del aeropuerto malagueño. Ese aeropuerto que se presentó por primera vez al turista con una torre de control de evidentes reminiscencias árabes, que se disfraza de regionalista en su segunda puesta en escena, ambas creaciones de Gutiérrez Soto y que en 1952 recibe el primer vuelo regular de pasajeros. En 1957, ya toda la infraestructura se ha quedado más que pequeña y la pista se amplía hasta los 2.000 metros, que en 1959 llegaría a ser de rodadura5, homologando el aeropuerto de la capital costasoleña con los principales aeropuertos europeos. La terminal de pasajeros se improvisa y se utilizan un par de hangares denominados ATUCAS, pertenecientes al Ministerio del Aire. Los interiores de esta terminal improvisada se decoran ya con elementos estrictamente modernos, en la línea del mobiliario que diseñan los grandes creadores del momento como Eeero Saarinen o Arne Jacobsen6. Una estética neutra que responde al estilo de vida del turista que la va a disfrutar. El aeropuerto de Málaga empieza a olvidar el lugar en el que se encuentra, los localismos ya no son válidos para recibir al visitante y a este nuevo espacio con aires internacionales, solo se le permite un mural en tonos neutros en el que se percibe la Sierra de Mijas como único paisaje posible con el que decorar una pared. En 1965 esta terminal de pasajeros, se tiene necesariamente que ampliar con otro módulo similar, hasta que en 1968 se proyecta una nueva, obra del ingeniero Aeronáutico José Rodríguez Baltar. 



                            Aeropuerto de Málaga. José Rodríguez Baltar. 1968.


En los años posteriores el aeropuerto de Málaga, sigue ampliándose arrastrando consigo en cada ampliación la estética funcional que va rigiendo en el resto del planeta y este vestíbulo de entrada al paraíso, pierde para siempre la oportunidad de pertenecer a un estilo propiamente costasoleño.
Como ya se puntualizó en la introducción de este trabajo, los planes de desarrollo y los proyectos de construcción para ese lugar del Sur de España al que se denominó Costa del Sol, fueron muchos y variados. Alguno incluso no pasó de ser una mera ensoñación, como las obras que escribió Ramiro Campos Turmo, al que se hizo referencia en el primer apartado, el Regionalismo. Muchos de esos proyectos están íntimamente unidos al Estilo Internacional y por suerte, muchos de ellos no llegaron a realizarse, porque ese gran movimiento del siglo XX, no entiende de paisajes ni de costumbres, no dialoga con los ríos ni con las montañas y ni siquiera con el mar. El Estilo Internacional basa parte de sus pautas en la globalización, al no utilizar los elementos constructivos propios del lugar en el que se construyen sus edificios. Este estilo se desvincula de los volúmenes arquitectónicos existentes y se le permiten alturas hasta entonces desconocidas en la mayoría del planeta, a excepción de algunas ciudades norteamericanas como Nueva York o Chicago. Las líneas rectas verticales u horizontales se trazan a gran escala sobre un horizonte que se perderá para siempre. La curva se enaltece y de la dimensión de la cúpula o del arco tradicional, pasa a convertirse en un telón de fondo, enorme, a veces bello y a veces fantasmagórico. Edificios como el Copan de Oscar Niemeyer en Sao Paulo o la Opera de Sídney de Jorn Utzon, son testigos tan famosos como significativos. 



                                  Edificio Copan, Sao Paulo. Oscar Niemeyer.
 
La Costa del Sol es un campo abierto donde el Estilo Internacional puede campar a sus anchas, es su momento. Torremolinos se repliega a sus órdenes y ve crecer en sus playas todo un catálogo del estilo, desde el más puro hasta el más degenerado. Marbella ofrece unos cuantos buenos ejemplos que se analizaran posteriormente, aunque tampoco se salva del todo de la barbarie constructiva. Fuengirola y Benalmádena se llevan la peor parte, presentando solo los residuos de un movimiento arquitectónico y estético que no las definirá jamás ni a ellas ni al resto de la Costa.
La Fundación DOCOMOMO, es la institución más relevante en la preservación, catalogación y difusión del Estilo Internacional o Movimiento Moderno en el mundo. En España, esta fundación con sede en Barcelona, se denomina Docomono Ibérica, porque abarca también el patrimonio existente en Portugal. En Andalucía tiene catalogadas muchas construcciones, las pioneras pertenecen en su mayoría a infraestructuras hidráulicas e industriales. En la Costa del Sol, obviamente, las construcciones catalogadas por DOCOMOMO, están relacionadas con la industria turística y son posteriores.
Como Almería se incluyó en un principio dentro del topónimo con el que se designó a esta parte de la costa andaluza, parece necesario señalar algunas de las obras adscritas a este movimiento. De las que se realizaron en la capital antes de la llegada del turismo, hay que destacar los quioscos de entrada a los refugios excavados durante la Guerra Civil, originalísima obra de Guillermo Langle, construidos en la postguerra y la antigua Estación de Autobuses, también del mismo autor y construida en 1933. DOCOMOMO, tiene catalogadas dos obras relacionadas directamente con la industria turística, ambas situadas en Aguadulce y ambas del arquitecto Fernando Casinello. El edificio de apartamentos El Palmeral de 1968 y el Conjunto residencial Los Balandros, de 1966. Los conocimientos que este autor tenía sobre el hormigón, ese material clave para que el Movimiento Moderno pudiera existir, le permitieron proyectar interesantes estructuras en estas dos obras.7 Ni Almería capital, ni Roquetas de Mar, municipio al que pertenece Aguadulce, quedaran definidas por el Estilo Internacional de arquitectura, porque la degeneración posterior, al igual que en el resto de la Costa del Sol, eclipsaran cualquier obra aislada. Almería hoy, turísticamente hablando, es conocida por el Cabo de Gata, donde la arquitectura local compuesta por estructuras cúbicas encaladas, es la seña identificativa y gracias a las restricciones que impusieron las normativas a partir de la declaración de esta zona del litoral andaluz como Parque Natural.
Siguiendo el recorrido desde el Este al Oeste y para poder contextualizar la imagen que la ciudad de Marbella va creando de sí misma, habría que detenerse también en el proyecto del Conjunto Residencial Las Terrazas, en Punta de la Mona, en el término municipal de Almuñécar. 



                     Apartamentos Las Terrazas en Punta de la Mona, Almuñécar. 
                     Fernando Higueras y Antonio Miró. 1964.
                       


Esta obra también catalogada por DOCOMOMO, de los arquitectos Fernando Higueras y Antonio Miró, del año 1964 (Fernando Higueras después construirá Las Terrazas de las Lomas del Marbella Club), es de una expresividad y una modernidad absoluta, pero de nuevo es necesario resaltar que el estilo que se está analizando en este capítulo, no respeta el paisaje donde se recrean sus ideas. Almuñécar tampoco pasará a la posteridad como una ciudad turística con imagen propia, porque la aberración arquitectónica y la especulación también la incluyen a ella. El complejo arquitectónico de la Punta de la Mona, magnífica obra sobre el acantilado, surge aislada entre la vorágine de la arquitectura vulgar e improvisada que llegará después a la costa granadina.
El Estilo Internacional nace aborreciendo lo que le rodea. Parte de unos parámetros libres y abiertos al espacio, sin miramientos. Es cierto que existen infinidad de obras que utilizan los materiales y respetan los volúmenes existentes del lugar donde se construyen sus obras, de hecho en Marbella se proyecta un ejemplo paradigmático, como es la Ciudad Residencial de Tiempo Libre, pero casi ninguno de los grandes arquitectos que proyectan bajo el calado de esta gran corriente estética del siglo XX, se reprime ante el potencial arrebatador del estilo. En Málaga, la capital de la Costa del Sol emergente, la ciudad que ya era lugar de veraneo de la burguesía y la aristocracia, que ya poseía una infraestructura hotelera desde finales del siglo XIX, sede del aeropuerto internacional, llave indispensable para la entrada del turismo de masas a partir de finales de los años 50, el Estilo Internacional interviene sin escrúpulos. Aunque el proyecto inicial data de 1957, el Hotel Málaga Palacio no sería inaugurado hasta el año 1966. Obra del arquitecto malagueño Juan Jáuregui Briales, supone un caso singular respecto a lo visto hasta ese momento. Este hotel urbano afloró como una excepción poderosa respecto a la realidad que lo circundaba. Su situación en el meollo del centro histórico de una ciudad ya grande en la época, no dejaría de ser llamativamente opuesto a los primeros edificios turísticos, asentados entre lo rural y lo marinero8. En los arranques del turismo de masas, el enorme edificio del Hotel Málaga Palacio, se manifiesta como icono urbano y la población acepta la irrupción del fenómeno constructivo que cambiará para siempre la imagen de la ciudad. La Catedral barroca, símbolo hasta entonces de la capital junto a la Alcazaba, quedará eclipsada por la apabullante arquitectura que el turismo sediento reclama. 

                                  Hotel Málaga Palacio. Juan Jáuregui Briales.
                                  1966.

Los edificios históricos de la Málaga de los siglos XVIII y XIX, los establecimientos hoteleros de estilo regionalista y los caprichos del neomudéjar, que podrían haber sido los referentes estéticos, pierden sus puestos ante la inmisericordia del Estilo Internacional. Arquitectura casi obligada ante la demanda que impone esa nueva industria, clave en el desarrollo de la España franquista, donde todos los planes urbanísticos se quedan obsoletos antes de materializarse y en la que la Costa del Sol se impone como pionera.
En Torremolinos, siguiendo la ruta desde oriente hasta Marbella, se construye en el año 1959 el emblemático Hotel Pez Espada. Este buque insignia del nuevo turismo, es obra de los arquitectos Juan Jáuregui y Manuel Muñoz Monasterio. Ese mismo año se inaugura el Museo Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, uno de los padres del Movimiento Moderno, ese mismo año se estrena la película Calabuch de Berlanga, crítica abierta a la España oscura y castiza y ese mismo año se crea el Plan de Estabilización del régimen, que sentaría las bases de la primera transformación de la economía española9. La realidad nacional se agita y en esas circunstancias se inaugura en el extremo de la barriada de pescadores, que es Torremolinos, este barco varado en medio de una extensa playa. A partir de ese momento la Costa pierde su paisaje y se marca simbólicamente el inicio del desarrollo turístico en toda la España meridional. El edificio aterrizó como un extraño entre la arena de la playa y la carretera. 

                                      Hotel Pez Espada, Torremolinos. Juan
                                      Jáuregui y Manuel Muñoz. 1959.

Sus interiores supusieron el orgullo de todos los responsables del proyecto, aturdidos ante la modernidad de unos espacios abiertos y sinuosos. Las metálicas columnas irregulares del vestíbulo y las solerías representando amebas flotando sobre el agua, suponían la nueva imagen estética de una Andalucía que empezaba a despreciar lo anticuado del barro y el enlucido de cal. Los vanguardistas murales en la recepción, del francés Pierre François, decorador también del Hotel los Monteros de Marbella, ponían la guinda a esa tarta innovadora de la arquitectura en la Costa del Sol. En Torremolinos y antes de que sucumbiera del todo a la fiebre del ladrillo, se construyeron sucesivamente al Pez Espada algunos conjuntos arquitectónicos bajo los postulados del Estilo Internacional que es necesario resaltar. Eurosol, una serie de bloques de apartamentos, situados entre la carretera y la playa, obra de Rafael de la Hoz y Gerardo Olivares, fueron construidos en 1963 ya con la mirada puesta en esa ingente masa de turistas que los habitaría. En 1964, el arquitecto Antonio Lamela, proyecta lo que supondría posiblemente el mayor alarde constructivo de la costa, el conjunto de apartamentos Playamar. Toda una operación urbanística de una envergadura notable, que incluía veintiuna torres de quince plantas cada una, orientadas al mar, que alojarían un total de 945 apartamentos. El territorio se quedó pasmado por la potencia visual de esta intervención. 



                                  Apartamentos Playamar. Antonio Lamela.
                                  1964.
 
Analizar la estética en la que se decoraron estos apartamentos es complicado, porque existen varios factores que confluyen en los gustos decorativos de la época. De una parte, el Estilo Internacional, que es el que se trata en este capítulo, presenta multitud de ofertas. Grandes arquitectos adscritos al movimiento, también fueron grandes diseñadores e interioristas. El mismo Rafael de la Hoz, posiblemente uno de los más importantes arquitectos españoles de todos los tiempos, fue un excelente interiorista, aparte de que contó con la ayuda de celebrados artistas del momento como Oteiza. Algunos de sus proyectos de interiorismo en Córdoba, su ciudad natal, la mayoría desaparecidos, supusieron todo un alarde de modernidad incomprendida en una ciudad, por entonces pequeña y provinciana. Queda en pie, intacto por dentro y por fuera, el edificio que proyectó para la Cámara de Comercio de esa ciudad andaluza, hoy visita obligada para todos aquellos que estudian o valoran el Estilo Internacional en Andalucía. Los grandes maestros y artífices del movimiento moderno, como los ya citados Mies Van der Rohe, Le Corbusier o Frank Lloyd Wrigth y otros como Alvar Aalto, Eero Saarinen o Arne Jacobsen, diseñaron piezas que hoy son aclamadas en todo el planeta y se exhiben en todos los museos de artes decorativas. 


                                                       Silla Barcelona. Mies Van der Rohe.

Pero, por supuesto, todos los espacios interiores que se crearon bajo la impronta de la corriente estética más importante del siglo XX, no fueron decorados con la misma actitud innovadora que sus exteriores, entre otras cosas porque el alto coste de este mobiliario era inaccesible para la mayoría de los mortales. Cuando el Estilo Internacional desembarca de lleno en la Costa del Sol, sigue existiendo en la mentalidad del turista la idea de un paraíso exótico y Andalucía lo es y lleva consigo una estética cargada de siglos. Elementos decorativos mucho más accesibles para el gran público, como los platos de cerámica o los espejos enmarcados en latón o esparto, que se empiezan a vender en las primeras tiendas de souvenir que florecen por toda la geografía española, son muy utilizados para rellenar las paredes de esos apartamentos. En esos mismos años, en los que la costa empieza a desplegar su alarde arquitectónico vanguardista, el estado español ya imbuido del todo en la industria, crea un tipo de establecimiento hotelero que se instala en castillos y palacios rehabilitados para tal fin: Los Paradores Nacionales. Estos establecimientos se decoran utilizando todos los elementos patrimoniales e históricos que guarda orgullosa una España hidalga e imperial. Los escudos, los arcones, las armaduras o los tapices con escenas heroicas son válidos para crear ensoñaciones en los huéspedes. El Estilo Paradores, cala entre la población y abaratado y miniaturizado se aplica en la villa veraniega, en el hotel y en los apartamentos.




                                         Interior de un chalet en Marbella.


La gran obra pública o civil de Estilo Internacional que se construye en Andalucía, obra de Rafael de la Hoz y Gerardo Olivares, es el Palacio de Congresos y Exposiciones de Torremolinos, una obra casi brutalista, como una nave espacial anclada sobre la colina, diseñada en 196710.
Marbella se distancia, en cierta medida, de lo que acontece en el resto de la Costa del Sol. El término municipal abarca una extensión de 117 kilómetros cuadrados de los que 28 pertenecen al litoral, muchos más metros cuadrados que los que poseen sus vecinas Torremolinos, Benalmádena o Fuengirola. Marbella queda más alejada de la puerta de entrada del turismo de masas que es el aeropuerto malagueño. Marbella está cobijada por el cordón litoral penibético, que forman las sierras Bermeja, Palmitera, Blanca, Real y Alpujata que la dotan de un clima y una vegetación excepcionales. Cuando en el año 1955, el gobierno de Franco redacta el estudio para la ordenación de la Costa del Sol, Marbella ya ha asentado las bases de su estética y de su concepto de industria turística. En el año 1947, el visionario Ricardo Soriano, Marqués de Ivanrey, del que se hablará en el siguiente y último apartado de este trabajo, El Estilo Andaluz, inauguró el primer hotel en la ciudad con una clara vocación turística de élite, El Rodeo. Años después, su sobrino Alfonso de Hohenlohe, inaugura en la misma línea el Hotel Marbella Club. Ambos establecimientos hoteleros son la clave para entender el desarrollo urbanístico, arquitectónico y estético que definirá a la ciudad de Marbella.
No se adelantan acontecimientos y se obvian estas construcciones y toda la historia que acarrean detrás para analizarlos posteriormente en el Estilo Andaluz.
Si el impacto visual, medioambiental y social que causan las construcciones que bajo los parámetros del Estilo Internacional se desarrollaron en Málaga y Torremolinos en los primeros años del boom turístico, en Marbella este tampoco se minimiza. Pero sucede que la ciudad tiene muchos metros para urbanizarse, kilómetros de playas y laderas pobladas de bosque mediterráneo que descienden hasta la playa y donde las moles vanguardistas del movimiento se levantan aisladas. Sucede que la aristocracia culta, elegante y chic que empieza a aparecer por la ciudad huye despavorida de todo aquello que huela a masa, a vulgaridad y el hormigón armado, el elemento, desde luego no es el material con el que quieren convivir. A pesar de eso, en Marbella, el Estilo Internacional, presenta obras valiosísimas que de no haber existido, no hubieran cambiado un ápice el acontecer de ese rincón tan afamado del planeta. Existen y están ahí, algunas de ellas rasgando el horizonte por la mitad, ensuciando con su rigidez y su aplomo la vista de La Concha o de la Ensenada. Si en el resto de la costa, la necesidad de construir miles de plazas hoteleras se impone para que se desarrolle esa nueva industria, apoyada en muchos casos por multinacionales europeas, en Marbella esa necesidad se reprime, al menos en parte. No se puede ocultar toda la muralla de cemento, aluminio y cristal que separa el antiguo casco urbano del mar, que se extiende desde el Puerto pesquero de la Bajadilla hasta el Hotel Don Pepe. Existen el edificio Mediterráneo y el Conjunto Marbella 2000, los edificios Valdecantos y el Skol, pero la ciudad no se ha vendido con esta postal, esa no era la visión que tuvieron los primeros constructores y arquitectos, los que fabricaron la llave que abrió la ciudad al mundo. Esa no es la imagen que se viene a la mente cuando alguien pronuncia el nombre de Marbella, pero eso existe y de hecho, si juntáramos todas esas construcciones aisladas del territorio marbellero y las introdujéramos dentro de la urbe, la ciudad ya no se diferenciaría tanto de sus vecinas.

                                    Paseo Marítimo de Marbella, años 70.

Siguiendo la ruta que este trabajo está siguiendo desde la Costa del Sol oriental y hasta la meta, Marbella, en la parte occidental, del rastro que ha dejado el movimiento arquitectónico y estético denominado Estilo Internacional, el primer ejemplo que se presenta es el Hotel Hilton, hoy Don Carlos. Este edificio situado en la zona de Las Chapas, es obra de José María Santos Rein, arquitecto de otros como conjuntos como el Hotel Don Miguel. Está conformado por una enorme torre de quince plantas que se levanta del suelo apoyado por una estructura en forma de V, que nos recuerda al edificio de la Unesco de Paris. Este edificio está  catalogado por DOCOMOMO, aunque la violencia con la que surgió de entre el bosque de pinos que se extendía a sus pies, lo convierte en un verdadero monstruo aún para ese estilo tan poco dialogante con el paisaje como es el Estilo Internacional. Destacar que en el camino de entrada al recinto, se colocó un conjunto escultórico en hierro de escultor francés Robert Hyquily, que junto a la instalación giratoria que a su vez se colocó en la puerta del Banco Coca, en la avenida Ricardo Soriano, conformaron en su época los dos elementos más representativos del mobiliario urbano adscrito al Estilo Internacional en Marbella. 




                                     Hotel Marbella Hilton (hoy Don Carlos) 
                                     José María Santos Rein. Escultura de
                                     Robert Hyquily.

Pero como casi nada es negro del todo, ni blanco tampoco, el estilo le deparará a la ciudad una obra original y extraña, un conjunto residencial que navega entre dos mares tan distintos como son el Estilo Andaluz y el Moderno o Internacional, se trata de La Ciudad Residencial Tiempo Libre. Forma una de las operaciones más singulares, entre otras cosas porque fue promovida por la Obra Sindical de Educación y Descanso del régimen franquista, pero sobre todo por la simplicidad constructiva con la que se realizó. El proyecto establece unas relaciones entre comunidad, familia y naturaleza próximas al mundo rural, pero para una vida ociosa y despreocupada11. Este proyecto de los arquitectos Manuel Aymerich Amadiós y Ángel Cadarso del Pueyo, diseñado en el año 1956 e inaugurado en 1963, supuso una ruptura formal con las formas de la arquitectura vernácula, adhiriéndose de plano a los parámetros del movimiento internacional, pero sin apartarse del todo de la impronta mediterránea y andaluza, ya que por ejemplo utiliza los revestimientos de cal en todas las paredes del conjunto. Las curvas sinuosas y futuristas de la torre de la iglesia, tienen más en común con las que diseña Niemeyer para sus edificios en Brasilia, que con cualquiera de las que ningún arquitecto había diseñado antes en nuestra tierra, pero la relación entre estos objetos de geometría blanda y abstracta y el paisaje que los rodea, están a su vez más unidos que nunca. Este conjunto arquitectónico está señalado como uno de los ejemplos más importantes del Estilo Internacional en España y catalogado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía. 



                                       Ciudad Residencial de Tiempo Libre, 
                                       Marbella. Manuel Aymerich y Ángel 
                                       Cadalso. 1963.
                                     


El Hotel Los Monteros, muy cerca de La Ciudad Residencial, estuvo catalogado por la Fundación DOCOMOMO Ibérica, como edificio a preservar dentro del patrimonio peninsular del Estilo Internacional. Las rehabilitaciones que ha sufrido a lo largo de su historia, que han transformado del todo su imagen primigenia lo han llevado a su descatalogación. De todas formas no se puede olvidar que es uno de los hoteles insignia de Marbella, que su beach club La Cabane sigue siendo todo un hito, no solo estético, en este tipo de infraestructuras frente al mar, que fue decorado con un lujo y elegancia sublimes por el decorador francés Pierre François y posteriormente redecorado por el maestro Jaime Parladé.
Ya inmersos en la ciudad, aunque un poco alejados del casco antiguo, se construyeron en el año 1962, los apartamentos Skol. Este conjunto que se organiza conforme a tres piezas que recogen un espacio interior de uso comunitario con jardín y piscina, fue diseñado por los arquitectos Carlos García San Miguel y Manuel Jaén Albaitero. El Skol, como todos conocen en Marbella a estos bloques de apartamentos, son parte fundamental del actual sky-line de la ciudad y su originalidad estriba en los paramentos de azulejos situados en algunas zonas de la fachada, que recrean las olas del mar. Aunque pertenece al patrimonio catalogado dentro del Estilo Internacional de la ciudad, la decoración original de sus zonas comunes, recepción y salones, tampoco, como en tantos casos, estuvo impregnada de toda la modernidad que requería la construcción. 

                        Los apartamentos Skol, Marbella. Carlos García y Manuel
                        Jaén Albaitero. 1962.
 
La imagen de la ciudad se debate a partir de la inauguración en el año 1964 del gran icono de la hostelería española del momento, el Hotel Meliá Don Pepe. Su situación original, en la proximidades del pueblo, entre la carretera y una playa prácticamente virgen, su determinación, desde que se proyectó, de convertirse en un recinto para la élite, fueron los detonantes de su relación formal con el paisaje. El arquitecto onubense Eleuterio Población, que ya había construido importantes hoteles en España, fue el elegido por la cadena Meliá para el diseño de este gran emblema de la Costa del Sol. La cercanía del mar, la horizontalidad manifiesta del terreno, exigió la integración en un solo bloque de todo el volumen edificable12. Los paralelismos con otros edificios del mismo estilo en el resto del mundo son evidentes, sirvan como ejemplo los construidos en un lugar tan efervescente y con afinidades con nuestra costa, como lo sería La Habana de finales de los cincuenta. El hotel Habana Riviera de 1957 o el edificio Focsa, en el barrio de Vedado, de 1956, son dos muestras magníficas y muy conocidas del Estilo Internacional. La curva tan sinuosa que ofrece el edificio del hotel Meliá, establece casi una relación erótica con el mar, abrazo y acoplamiento que relacionan esta arquitectura de manera inmediata con el único objetivo de servir al deseo. La arquitectura determina el ánimo de la gente13. Pero el Estilo Internacional, ya se ha comentado, en la mayoría de los casos, niega parte de su ser al paisaje. El Hotel Don Pepe forma una pantalla que le da la espalda a la Sierra y al resto de construcciones que aparecerían después, aun así de haberse construido en Marbella dos edificios más con la elegancia y la categoría arquitectónica del Don Pepe, el debate sobre la estética que define a la ciudad de Marbella estaría claudicado. Del diseño de interiores, así como de los elementos de forja, madera y metálicos se encargó el propio Eleuterio Población, que intentó no alejarse de su proyecto pero que se dejó arrastrar por las modas e incluyó mobiliario y elementos decorativos más cercanos a otros estilos. Forma parte de los cinco edificios catalogados en la ciudad por la fundación DOCOMOMO.



                           Hotel Meliá Don Pepe, Marbella. Eleuterio Población.
                           1964.

La figura y la obra del arquitecto Luis Gutiérrez Soto, tan mencionado en este trabajo sobre la estética de Marbella, es tan versátil como prolífica. Su currículum es inabarcable, pero su adhesión desde el principio a la rebelión fascista que originó la barbarie de la Guerra Civil española y la posterior y larga dictadura del general Franco, ensuciarán su nombre para siempre. Fue uno de los primeros arquitectos españoles en subirse al carro de las vanguardias, las mismas que despreció después de la contienda y las mismas que retomó en su madurez. Pero es imposible hablar del Estilo Internacional en España y en Marbella, sin citar a Gutiérrez Soto. Dicen que visitó Marbella por primera vez en 1935, invitado por el empresario vasco Norberto Goizueta, propietario de la Hacienda Guadalmina y artífice de esa zona tan exclusiva de la Costa del Sol. Dicen que se enamoró al instante del lugar y de hecho allí construyó años después su casa. Analizar los treinta y nueve proyectos que realizó en nuestra ciudad, se le escapa a este trabajo, entre otras cosas porque su obra en la ciudad es tan desconocida que jamás serviría para definir la estética probable de Marbella. Todos los proyectos que realizó en el término municipal, están aislados y escondidos, por lo tanto ninguno de ellos forma parte de la imagen que se difundió. De todas formas, mencionar al menos uno de ellos, el bloque de apartamentos El Lúgano, situado en Guadalmina y diseñado en 1973. En él, casi todos los elementos de la fachada son curvos, todo el enlucido es blanco para no olvidar la seña mediterránea y todas las terrazas están decoradas con jardineras. Este edificio evoca a un barco que navega por el mar de césped del campo del golf donde se asienta. Luis Gutiérrez Soto, no forma parte de la lista de arquitectos que diseñaron el mobiliario y el interior de sus construcciones, porque o no tuvo ese talento o no le quedó tiempo. Jaime Parladé, el gran decorador de la escena marbellí, hizo ese trabajo en alguna de sus villas. 



                           Apartamentos El Lúgano. Luis Gutiérrez Soto. 1973.

En la avenida principal, frente a la Alameda, se edificó en el año 1961, el Hotel San Cristóbal, que supuso la primera pantalla arquitectónica que se coloca delante del casco histórico, separándolo ya visualmente del resto de la ciudad. Este edificio se acerca a las formas del Estilo Internacional, pero su modernidad, al menos para el pueblo, radicó años después porque en él se instaló la primera escalera eléctrica de Marbella. El vergonzosamente desaparecido edificio de la Estación de Autobuses, que estaba situado en la avenida Ricardo Soriano, cumplía ampliamente con todos los postulados del estilo de este apartado. Un volumen aislado, formado por una elegante curvatura de la que sobresalía una airosa marquesina, que cobijaba un andén pavimentado por una solería en listas blancas y negras radiales y que ya solo existe en las fotografías.
La insolente figura de Torre Real,  con sus veinte plantas, la vulgaridad arquitectónica de la clínica Incosol, la mole hoy deshabitada del hotel Don Miguel o el bloque en escalera de los apartamentos Coronado en la urbanización Marbesa, elementos aislados y degenerados del Estilo Internacional, no han sido lo suficientemente relevantes como para que Marbella se doblegara a su presencia.
La cartelería y la publicidad que se desplegó a lo largo de la costa ofreciendo hoteles y apartamentos, bares y discotecas, tienen mucho que contarnos sobre la estética de una época. Los logotipos que identificaron a los hoteles, dependiendo del estilo que cada uno ofrecía, se situaron muchas veces en tamaño gigante, a la entrada de los mismos. El gran sol enmarañado y casi extraterrestre que identificaba al Don Pepe, la sirena yeyé que se cubre del sol con un sombrilla que publicita a los apartamentos Skol o las letras tan psicodélicas de la discoteca Pata-Pata, son parte de esa iconografía moderna con la que Marbella se quiso identificar. En Torremolinos la parafernalia de neones que inundó sus calles y avenidas tuvieron un gran calado en la imagen de la ciudad entre los años sesenta y setenta, pero en Marbella al estar los establecimientos dispersos a lo largo de su enorme término municipal, esa aglomeración lumínica no existió y por tanto tampoco consiguió ser su definición. Aun así, en el recuerdo de muchos quedarán los parpadeantes labios rojos que anunciaban la discoteca Kiss, en la ciudad todo un símbolo del pop, una de las muchas ramificaciones estéticas que surgieron al amparo del Estilo Internacional.





1 Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. “Viaje a la Costa del Sol (1959-1969)”. Tesis doctoral. 2012.
2 Víctor Pérez Escolano. “Arquitectura y Movimiento Moderno en Andalucía”. Revista PH nº 15. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. 1996.
3 Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. “El viaje a la Costa del Sol (1959-1969)”. Tesis doctoral.
4 José Miguel Morales Folguera. La Arquitectura del Ocio en la Costa del Sol. Universidad de Málaga. 1979.
5 R. Reinoso Bellido. “Topografías del paraíso: La construcción de la ciudad de Málaga entre 1897 y 1959”. Colegio Oficial de Arquitectos y Aparejadores de Málaga. Pág. 166. 2005.
6 Patricia Bueno. Sillas, Sillas, Sillas. Atrium Group. Barcelona. 2003.
7 M. Centellas Soler, A. Ruiz García, P. García-Pellicer López. Cien Años de Arquitectura en Andalucía. El Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea 1900-2000. Capítulo 14 “Arquitectura almeriense del siglo XX”. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. 2012.
8 Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. “El viaje a la Costa del Sol (1959-1969)”. Tesis doctoral. 2012.
9 Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. “El viaje a la Costa del Sol (1959-1969)”. Tesis doctoral. 2012.
10 José Miguel Morales Folguera. La Arquitectura del Ocio en la Costa del Sol. Universidad de Málaga. 1979.
11 Juan Gavilanes Vélaz de Medrano. “El viaje a la Costa del Sol (1959-1969). Tesis doctoral. 2012.
12 Juan Bonilla. La Costa del Sol en la era pop. Fundación José Manuel Lara. 2007.
13 Antonio Muñoz Molina. La noche de los tiempos. Novela. Seix Barral. 2009.
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