jueves, 18 de junio de 2015

PEDRO MOLINA


    


   
  



Si tuviéramos que clasificar la obra del jiennense Pedro Molina (Andújar 1958), dentro del panorama de la pintura andaluza actual, sería tarea difícil. Su trabajo es tan extenso, como variado. No pertenece a ninguna escuela concreta, pero puede adherirse perfectamente a cualquiera de ellas, con sus consiguientes corrientes, estilos y tendencias. Ha creado bajo influencias evidentes de la cultura a la que pertenece. El paralelismo con la obra de su paisano Rafael Zabaleta (Quesada, Jaén 1907-Quesada 1960) miembro destacado del postcubismo, es obvia en las series Evas y Minotauros, aunque Molina alegra sutil e irónicamente todo el tratado dramático del bodegón español, toda la carga estética que acarrea la tauromaquia. Con estos cuadros, Pedro Molina  plantea una originalísima iconografía con acento andaluz, aunque nos recuerde a Arcimboldo, pero que a su vez se asemeja a la obra del tarifeño Pérez Villalta. Sus "caballos de agua",  también con una pizca de influencia picassiana, se alejan del neobarroco que utiliza en las series antes citadas, pero que no olvidan un cierto acento costumbrista. Maneja con mucha naturalidad soportes y técnicas, elementos y materiales. Cambia y experimenta en cada nueva colección, como expresión de una personalidad abierta y extrovertida. Del colorido sardónico de "sus perros", al intimismo en blanco y negro de sus "aguadas chinas". La influencia de la cultura china en las creaciones de los últimos años, tan distante a esa otra, de la cultura andaluza de la que se nutrió en un principio, ha dado muestras de un virtuosismo y una elegancia realmente increíbles. "De Sanlúcar a Beijing", en la corriente del "shui mo hua", la misma en la que trabaja Gao Xingjian, premio Nobel de literatura en el 2000 y pintor en la tinta china heredera de la caligrafía milenaria de esa tierra, sitúa a Pedro Molina en un nivel de madurez artística muy interesante. Momento creativo, en el que con unas leves e ingénuas pinceladas de tinta negra sobre fondo blanco se transporta el espectador, al fin y al cabo uno de los placeres que nos regala la pintura. Las obras del polifacético Pedro Molina se encuentran  ya dispersas por todo el planeta, aunque él haya decidido no seguirle la pista a ninguna de ellas.
















Este post ha sido posible gracias a la colaboración del propio Pedro Molina. Las fotografías que lo ilustran han sido obstenidas de su página web www.pedromolinap.com . Gracias Pedro.
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