Cuando María Zambrano volvió del exilio, el ayuntamiento de su ciudad natal, Vélez-Málaga, le rindió un homenaje. En el acto, se le preguntó cual era el recuerdo más vivo que poseía de su infancia y ella contestó, la puerta de mi casa.
A las calles de los pueblos andaluces se abren las puertas cuando llega el día y se entornan a la hora de la siesta. Puertas que se encajan en señal de luto y que se abren de par en par en los días de fiesta y en los anocheceres de verano. Puertas que se pintan y se repintan una y otra vez, hasta que no quede nadie que las traspase y se conviertan en la imágen idolatrada de un emigrante o un exiliado. Puertas que encarcelaron a las hijas de Bernarda Alba y que se engalanan para el paso de una procesión. En sus maderas, sus cerrojos y sus herrajes, está escrita la historia de nuestra tierra, la ética y la estética de Andalucía. Las llaves que las abren y las cierran son las dueñas de nuestra opresión y nuestra libertad.
Las fotografías que ilustran este post son propiedad de andalucíainteriors.blogspot.com
Precioso artículo.
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